Romanos 1:16-21
El poder del evangelio
16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
La culpabilidad del hombre
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
Mucha gente niega la existencia de Dios. Pero la razón para eso es la supresión de la verdad, no la falta de evidencia. Debido a que el Señor ama a la humanidad, se ha revelado de varias maneras. Conocemos a Dios a través de…
SU CREACIÓN (Ro 1.20). Al observar los cuerpos celestes, la Tierra con sus plantas y sus animales, y las leyes del universo, debemos concluir que existe un Creador; ya que una creación tan perfecta no ocurre por accidente. El orden, el equilibrio y la belleza hablan del Dios sabio que es poderoso y generoso.
NUESTRA CONCIENCIA (Ro 1.19). Debido a que fuimos creados a su imagen, Él diseñó al ser humano con la capacidad de diferenciar entre el bien y el mal. Si bien ese es un excelente comienzo, Dios espera que todo el tiempo “mejoremos” la conciencia a medida que aprendemos más acerca de sus caminos. De lo contrario, el pensamiento mundano puede anular sus pautas.
SU PALABRA (Ro 1.16, 17).
Si bien la conciencia y la creación apuntan al Señor, por lo general se necesita más para llevarnos a un conocimiento salvador de Él. Por esta razón, Dios nos ha dado su Palabra escrita y, en última instancia, a su Hijo (He 1.2, 3).
Con amplia evidencia del poder, la naturaleza y la salvación de Dios, no hay excusas para dudar de su existencia y de su amor por nosotros.