La provisión de Dios en las tormentas

Jesús anda sobre el mar

Mateo 14.22-27

En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.  Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: !!Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: !!Tened ánimo; yo soy, no temáis!.

Navegar o conducir a través de una tormenta es aterrador, porque la visión oscurecida nos hace sentir inseguros de nuestra dirección y temer por nuestra seguridad. Lo mismo ocurre en el caso de las tormentas espirituales, en las que circunstancias repentinas e inesperadas parecen poner a nuestro mundo de cabeza.

Cuando los discípulos estaban siendo golpeados por vientos huracanados en el mar de Galilea, aprendieron algunas verdades valiosas, que también pueden ayudarnos en medio de nuestras propias tempestades. El Señor Jesucristo…

INTERCEDE POR NOSOTROS. Mientras los discípulos luchaban con el viento y las olas, el Señor estaba en el monte orando. Hoy está en el cielo, intercediendo por nosotros (Ro 8.34).

ES NUESTRO PROTECTOR. Veló por los discípulos en la barca, y hace lo mismo por nosotros, asegurándose de que no nos encontremos con nada fuera de su voluntad.

ES SOBERANO SOBRE TODAS LAS TORMENTAS. Dios es quien las forma, determina su intensidad, nos guía a través de ellas y les pone fin en su tiempo perfecto.

Cristo no nos ha abandonado en las tormentas, sino que está involucrado íntimamente, usándolas para nuestro beneficio. Al recordarlo, podemos reaccionar con confianza, dependencia y adoración.

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